Comentario
CAPITULO XXXVII
Sale la Fragata a la Expedición del Registro de la Costa, envía dos Padres
Misioneros a la Expedición: hácese segunda
para lo mismo
Quedan ya insinuados en el Capítulo XXXV los deseos que en el noble y religioso corazón de S. Excâ. engendraron las conversaciones del V. Padre sobre la conversión de los Gentiles, que no contentándose con lo limitado de lo descubierto en Monterrey, anhelaba se propagase la Fe Católica mucho mas allá, si se encontrase poblado; y para adquirir alguna noticia determinó que la Fragata Santiago, al mando de su Capitán D. Juan Pérez, luego que hiciese en Monterrey el desembarque de los víveres que conducía, saliese al registro de la Costa hasta la altura que pudiese, y le diera lugar la estación del tiempo, para estar de vuelta en Monterrey por el Equinoccio. Insinuó S. Excâ al V. Padre los deseos que tenía de que fuese algún Misionero a la citada Expedición, confiado en la promesa que hizo Dios a N. S. P. S. Francisco (que tenía muy presente, y no olvidaba S. Exca. desde que la oyó al V. Fr. Junípero) de que los Gentiles con sólo ver a sus hijos se convertirían a nuestra Santa Fe.
Para cumplir estos piadosos deseos y buena intención de S. Excâ. envió a los dos Misioneros Fr. Juan Crespí, y Fr. Tomás de la Peña Saravia, que gustosos se sacrificaron a un viaje tan peligroso como era la navegación del registro de una Costa no conocida, ni mapeada, y de consiguiente en continuo peligro de dar en alguna isla, en bajos o farallones, y perderse sin remedio; pero confiados en Dios, por el santo fin a que se dirigía, tomada la bendición del Prelado, se embarcaron el día 11 de Junio del año de 1774, que se hizo a la vela la Fragata, y el 27 de Agosto estuvo de vuelta, dando fondo en Monterrey, sin más novedad que traer algunos de la Tripulación accidentados de escorbuto.
Con este registro se consiguió en parte el deseo de S. E. pues subió la Fragata hasta la altura de 55 grados del Norte, en que hallaron una isla de tierra, que se interna mucho a la mar, a la cual nombraron de Santa Margarita, por haberse descubierto en el día de esta Santa, y desde dicha Isla bajando hasta Monterrey, registraron toda la Costa, que hallaron limpia, y con bastantes fondeaderos. Advirtieron que estaba toda poblada de Gentilidad, aunque no saltaron a tierra, pues una vez que lo intentaron con el fin de enarbolar en ella el Estandarte de la Santa Cruz, que tanto deseaba y encargaba S. Excâ. no lo pudieron conseguir por haberse levantado un viento tan contrario y recio, que estuvo a peligro de perderse la Lancha con los Marineros.
Aunque, como queda dicho, no desembarcaron en tierra; pero lograron en muchas partes tratar con los Gentiles de la Costa, que con sus Canoas de madera, bien formadas y bastantemente grandes, capaces de cargar crecido número de gente, se arrimaban a la Fragata, y subían a bordo a hacer cambalaches de bateitas de madera, bien labradas y buriladas; mantas bien tejidas de pelo, como lana, listadas de varios colores, muy vistosas, y petates o esteras de cortezas de árbol de varios colores, tejidas como si fuesen de palma, como también sombreros de dicha materia de forma piramidal y de a la angosta, por pedazos de hierro, a que los vieron muy inclinados, como también con abalorios y otras chucherías.
Son Indios afables, de buen talle, y de buenos colores, andan cubiertos con cueros de animales y con mantas de las citadas, y algunos totalmente desnudos. Las mujeres honestamente cubiertas, son de buenos colores, y bien parecidas; aunque las afea mucho el tener todas (hasta las chiquitas) taladrado el labio inferior, del cual les cuelga una tablita, que con facilidad, y con solo el movimiento del labio la levantan, tapando la boca y nariz. Todas estas noticias escribieron a S. Excâ. remitiéndole el V. P. Presidente el Diario que formaron los Padres, el cual remitió a la Corte, con mucha complacencia aquel Señor Exmô.
EXPEDICIÓN SEGUNDA
No llenando aún todavía esto el espacioso campo de los deseos de S. Excâ. dispuso se hiciese segunda Expedición, a fin de que se subiese a mayor altura, y que se procurase registrar si se hallaba algún Puerto, para que en él, en señal de posesión por nuestro Católico Monarca, se pusiese el Estandarte de la Santa Cruz; y para conseguirlo a satisfacción de sus deseos, determinó fuese a más de la Fragata una Goleta, para que facilitase el registro. Nombró para Comandante de la Expedición y Capitán de la Fragata a D. Bruno de Ezeta, Teniente de Navío de la Real Armada, y de su segundo a D. Juan Francisco de la Bodega y Quadra. Pidió S. Excâ. a nuestro Colegio dos Religiosos Sacerdotes para ir a esta Expedición, y fueron nombrados los Padres Fr. Miguel de la Campa y Fr. Benito Sierra.
Salió la Expedición del Puerto de San Blas a mediados de Marzo del año de 1775, experimentando al principio contrarios los vientos y corrientes que la bajaron hasta el grado 17, en cuya altura se hallaba el día 10 de Abril; pero mejorando el viento al siguiente 11, empezaron a subir, y el 9 de Junio se hallaron en altura de 41 grados y 6 minutos. Se arrimaron a tierra para hacer aguada, y encontraron un razonable Puerto, que tenía su resguardo para algunas Embarcaciones. Saltaron a tierra, donde hallaron a los Gentiles de las Rancherías inmediatas muy amigos y afables, y el día 11 de dicho mes se tomó posesión solemne con Misa cantada y Sermón, después de haber enarbolado una grande Cruz; concluyendo la fiesta con el Himno Te Deum laudamus; y por ser el día de la Santísima Trinidad, se le puso al Puerto este inefable nombre. Hicieron su aguada y leña, ayudados de aquellos Naturales Gentiles, a quienes regalaron y dieron de comer en los ocho días que permanecieron allí, y después salieron siguiendo el registro a vista de la tierra.
El día 13 de Julio, estando en la altura de 47 grados y 23 minutos, encontraron una grande y hermosa rada donde dieron fondo; y el día siguiente fue la Lancha con el Comandante y uno de los Padres a tierra y fijaron otra Cruz en la Playa, no pudiendo hacer con la mayor solemnidad la función por impedirlo la marejada y resaca. Salieron de allí siguiendo su viaje para la altura los dos Barcos en conserva hasta el día 30 del citado Julio, en que desapareció la Goleta, y no la volvieron a ver hasta Octubre en Monterrey, que era el Puerto y punto de reunión.
Viendo el Comandante que la Goleta no aparecía, entró en cuidado de si se habría perdido, o vuelto atrás; pero no obstante, la Fragata subió hasta los 49 grados y medio, a donde llegó el día 11 de Agosto; y mirando que la mayor parte de la Tripulación estaba accidentada de escorbuto, hizo Junta de Oficiales, y se determinó bajar costeando en busca de la Goleta, y registrar los tramos que a la subida no habían visto. Así lo practicaron y llegaron a Monterrey el 29 de Agosto, con la mayor parte de los Marineros enfermos, aunque con el refresco que tomaron, sanaron todos.
La Goleta, que el día 30 se halló sin la Comandanta, siguió Costa a Costa, presumiendo que se había adelantado; y no pudiendo encontrarla, subió hasta el grado 58, y halló en esta altura un grande Puerto, bueno y seguro, que desde luego llamaron de N. Srâ de los Remedios, del que tomaron posesión, y dejaron enarbolada en él una Santa Cruz, fijándola a vista de una Ranchería de Gentiles que estaban cerca de la Playa: hicieron agua y leña, y salieron de dicho Puerto de Ntrâ. Señora de los Remedios.
Aunque forcejaron para subir a más altura, no pudieron por los vientos contrarios y las corrientes, que en breve los bajaron a los 55 grados poco más arriba de la Punta de Santa Margarita, último término de la primera Expedición. Arrimáronse a tierra, y hallaron un estrecho de como dos leguas de una punta a otra, y a la medianía una Isla, que llamaron de San Carlos. Vieron que adentro internaba mucho la mar, que les hacía Horizonte, y les pareció que si en la realidad hay paso del mar del Norte a este Pacífico, que con tanto empeño se busca por los Ingleses, en ninguna parte mejor que en ésta puede estar. En cuya atención, y a contemplación del Señor Virrey que los envió, nombráronle el Paso de Bucareli, que se halla en la altura de 55 grados cabales. Arrimáronse a una de las dos puntas, y saltaron a tierra, y tomaron de ella posesión, dejando enarbolada una grande Cruz. Salieron del dicho Paso de Bucareli, y fueron bajando arrimados siempre a la Costa, mapeándola para formar sus Cartas.
En 3 de Octubre, Vigilia de N. S. P. S. Francisco, se hallaron cerca de la punta de Reyes, cuatro leguas más al Norte, en donde hallaron un Puerto, y en él dieron fondo, y les pareció que a la entrada tenía Barra. En cuanto dieron fondo, se juntaron en la Playa más de doscientos Gentiles de todas edades y sexos, todos muy contentos y placenteros, que de noche hicieron sus lumbradas. El día siguiente, fiesta de N. P. S. Francisco, se vio la Goleta en evidente peligro de perderse, por haberse levantado una gran marejada, que les metió muy adentro, y les llevó la Lanchita o Bote, y lo hizo pedazos. Recelosos no sucediese lo propio con la Goleta, levantaron la ancla, y dejándolo con el nombre de la Bodega, salieron de él, y navegaron para Monterrey, en donde dieron fondo el 7 de Octubre, hallando fondeados en él la Fragata, que no habían visto desde la noche del 29 de Julio, y al Paquebot San Carlos, que había vuelto del registro que hizo de este Puerto de N. P. S. Francisco.
A los ocho días de llegada la Goleta fueron todos desde el Capitán hasta el último Grumete a la Misión de San Carlos, a cumplir la promesa de confesar y comulgar en una Misa cantada a Nrâ. Srâ. de Belén, que se venera en la iglesia de dicha Misión, que pidió el Capitán se cantase en acción de gracias por el feliz éxito de la Expedición, de la que dieron cuenta los Señores Marítimos al Exmô Señor Virrey, y el R. P. Presidente le escribió los parabienes, y le respondió con las expresiones que se verán en su Carta; de la que es copia la siguiente, que tengo a la vista su original.
Carta del Exmô. Señor Virrey
"Los nuevos Descubrimientos hechos por los Buques del Rey en esas Costas, son el objeto de la Carta de V. R. de 12 de Octubre del año próximo pasado de 1775, y por ellos, como por el honor que me resulta, me da V. R. una enhorabuena, que recibo con gusto, siendo también V. R. acreedor a gracias por la disposición dada para que celebraran ahí estas felicidades con la solemnidad de que es capaz eso en el día; y tengo la satisfacción de que el celo de V. R. y el de los demás Padres ha de ser el mejor apoyo de la extensión del Evangelio, a que se dirigen las piadosas intenciones de su Majestad. Dios guarde a V. R. muchos años. México 20 de Enero de 1776.= El Baylio Frey D. Antonio Bucareli y Ursua= R. P. Fr. Junípero Serra.